Aquellos
que sean supersticiosos pensarán que los días número trece de cada mes hay que
tener mucho cuidado con dónde se va y qué es lo que se hace, pero lo cierto es
que la superstición es sólo eso, una creencia absurda, al igual que tantas
otras como el mal de ojo, los conjuros, los hechizos y las maldiciones que
gente malintencionada se vanagloria o jarta de tener el poder para hacer daño con
sólo desearlo.
Lo
que en realidad ocurre en estas creencias es que la misma persona que se las
cree permanece atenta a cualquier hecho negativo que pueda ocurrirle en la vida
y acaba achacándolo y dando crédito a esa superstición, hechizo, mal de ojo,
etc.
A
todos nos pasan cosas desagradables todos los días y si permanecemos atentos a
esas pequeñas “desgracias” diarias podemos acabar pensando que alguien nos ha
mirado mal y si, además, tenemos la mala suerte de conocer a una de esas
personas que engañosamente dicen tener poder para hacer el mal o para
detectarlo y nos dicen que alguien nos ha maldecido, pues acabamos creyéndolo
al ir encadenando cada suceso negativo.
Por
el contrario, si nos centrásemos en las cosas buenas que nos pasan a lo largo
del día podríamos llegar a pensar lo contrario, es decir, que estamos
bendecidos y tenemos buena estrella.
Todo
depende de cómo lo enfoquemos, porque incluso una aparente desgracia puede ser
en realidad una oportunidad para mejorar, si la miramos desde una perspectiva
distinta, más positiva e incluso a largo plazo.
Después
de toda esta parrafada os contaremos lo que nos pasó ayer, lunes 13. Estábamos
vendiendo libros por Medina Sidonia o mejor dicho intentando venderlos porque
fue una de esas mañanas bastante penosas, pero como digo hay que verla siempre
desde un punto de vista positivo, pues quizás la venta sea mala, pero es
posible que hayas encontrado en tu camino una persona agradable, una ayuda
inesperada o simplemente descubierto un bonito lugar que desconocías.
En
definitiva, que llamando a las puertas, bastante desiertas, vimos a un perro
Braco de color entre marrón y ceniza, cuyos ojos claros de un amarillo extraño
y pupila negra y diminuta no nos quitaba la vista de encima desde que entramos
en la calle.
Tras
haber trabajado mucho tiempo en el zoo con animales, sabía que debía evitar
mirarle fijamente a los ojos, así que opté por no prestarle atención, gran
error por mi parte.
El
perro estaba subido en lo alto de los dos escalones que daban acceso a su casa,
cuya puerta estaba abierta y en su interior había otro perro echado en el
suelo.
Tocaba
llamar a la puerta en la que el perro vigilaba, me alejé todo lo que pude de la
puerta, dejando al menos metro y medio entre el perro y yo. Miré al interior de
la casa intentando no mirar al perro. De reojo lo vi bajar los escalones y
moverse hacia mí, pero como intentando esquivarme, a pesar de que yo permanecía
bastante alejado de él. Sin emitir un solo ladrido se deslizó por mi derecha
como intentando esquivarme y, en cuanto lo perdí de mi campo de visión, me
atacó. Me mordió la pierna derecha, abrió dos orificios en mi pantalón vaquero
y clavó uno de sus colmillos en mi gemelo.
Fue
visto y no visto, con la misma velocidad que me atacó, me soltó y empecé a
gritar. El dueño, un hombre de unos 30
años, salió al oír mis gritos. Me preguntó qué había pasado y cuando le enseñé
el gemelo chorreando sangre entró en la casa y volvió con un paquete de
pañuelos de papel y un bote de alcohol.
Escarmentado
tras el atropello que nos sucedió en 2015 y que aún no se ha resuelto por
incompetencia de abogados y otros problemas, cogí el móvil con la mano que me
quedaba libre, pues con la derecha apretaba la herida sangrante con el papel
impregnado en alcohol, y llamé a 091.
Me
atendió la Policía Nacional de Cádiz (yo estaba en Medina), que me dijo que estaban
muy lejos para ayudarme, que llamase al 062 o al 092.
Llamé
al 062 y me salió la Guardia Civil de Puerto Real, que me dijo que estaban muy
lejos para ayudarme y que llamase al 092.
Un
vecino pasa y le dice al dueño del perro: “¿otra vez?”.
Llamé
al 092 y me salió la Policía Local de Puerto Real, pero yo estaba en Medina, y
me dijeron que no podían ayudarme, que llamase al 112.
Llamé
al 112, le relaté el suceso y me pasó con el 061 de Puerto Real. El servicio
médico me dijo que me enviaban una ambulancia desde Puerto Real para llevarme
al hospital de dicha localidad y acto seguido me pregunta que si quiero avisar
a la policía. Le dije a la chica que sí, que quería una patrulla de policía
porque alguien tenía que levantar acta del suceso, así que me pasa con la
policía de Sevilla. Desde Sevilla los agentes se sorprenden de que la llamada
de Medina Sidonia les llegue a ellos, me ponen más problemas y al final les
digo que he llamado a un montón de gente y nadie me da una solución, la pierna
me sigue sangrando porque tengo un agujero en el gemelo. Les hablo de la
ambulancia que me han dicho que va a venir de Puerto Real a recogerme y me
dicen que no, que eso no puede ser, que me vaya hasta el centro de salud y que
ellos ya tomarán la decisión que sea más adecuada.
A
todo esto, la sangre sigue saliendo y tengo que ponerme un poco alterado para
que al final decidan ayudarme. Les digo que si tengo que cruzar todo el pueblo
para llegar al centro de salud con la pierna sangrando acabaré desangrado. Parece
que eso les hace encender una lucecita en su cabeza y deciden ponerse en
contacto con la Policía Local de Medina Sidonia y con el centro de salud para,
por fin enviarme una patrulla y una ambulancia.
A
todo esto, el tipo amable y dueño del perro que me atiende se empieza a
mosquear, se altera y comienza a ponerse agresivo. Me dice que yo lo que estoy
haciendo es un paripé para buscarle la ruina. Dice que si le pasa algo a su
perro por mi culpa que me va a buscar dónde esté y me va a matar. Intentamos
razonar con él y no hay manera, nos sigue amenazando con matarme si todo
aquello desemboca en algo trágico para el perro. Dice que él es legal y que
avisa, que no es ninguna broma, con las mismas dice que tiene que prepararse
para ir a trabajar y se mete en su casa.
Tras
un buen rato de espera, Cristina y yo permanecemos solos en la calle hasta que
por fin llega la Policía Local. Le contamos lo sucedido, incluidas las amenazas
y el dueño del perro vuelve a salir con los documentos del cánido en la mano,
antes de que la policía llame a su puerta. Me pide disculpas por todo lo que ha
pasado y le digo que lo que no puede hacer es amenazarme de muerte por algo que
ha hecho su perro. Se vuelve a poner agresivo y les dice a los agentes que sí,
que es cierto, que me ha amenazado y que cumplirá su amenaza como le ocurra
algo a su perro.
Cristina
intenta razonar con él y el policía le dice que es inútil, que esa persona no
está bien de la cabeza y que ya lo conocen, que su perro no es la primera vez
que muerde a alguien.
Llega
la ambulancia y el conductor, muy amable, nos lleva al centro de salud, nos
acompaña hasta el registro de admisión. Desde la ventana del centro nos muestra
dónde está el edificio de la policía, nos acompaña hasta la sala de enfermería
y nos muestra la consulta del médico al que tenemos que ir después. Un diez
para el conductor de la ambulancia, personas así deberían abundar más en la
sociedad.
El
enfermero desinfecta la herida con agua oxigenada, aplica una pomada
antibiótica al agujero y venda la pierna.
Pasamos
al médico, se sorprende de que el mismo perro haya vuelto a la acción. Parece
ser que lleva acumuladas bastantes mordeduras, pero sigue ahí, en la calle y
sin bozal. Se limita a hacer el informe y tengo que ser yo el que le pregunte
que si me tiene que poner la antitetánica y si necesito tratamiento
antibiótico. Acaba reconociendo que sí, que es conveniente poner la
antitetánica, pero lo hace porque yo se lo he recordado. En cambio, me dice que
no necesito tratamiento antibiótico, que con que me curen en el centro de salud
todos los días y me pongan la crema antibiótica es suficiente. Su recomendación
no me convence, pero es el médico.
El
enfermero me vuelve a ver y me pone la antitetánica. Cuando termina, le pido
una piruleta y me dice, ligeramente risueño, que me la dan abajo, que él me
puede dar un depresor lingual. Le agradezco el gesto, pero le digo que prefiero
la piruleta, así que le deseo buena tarde y salimos por la puerta, dónde
descubro que hay un hombre sentado en la sala de espera frente a nuestra puerta
riéndose por mi broma. Al menos a alguien hemos alegrado hoy un poco la tarde.
Después
vamos a la comisaría donde debemos entregar el informe médico para dejar
constancia a las autoridades del daño hecho por el perro y nos dicen que si
queremos tramitar denuncia.
Les
digo que tras la experiencia con la “justicia” no me apetece meterme en
problemas por un agujero en la pierna, un pantalón roto y unas amenazas
verbales, pero que me preocupa que ese perro vaya por ahí sin bozal. No quiero
que le pase nada al animal, pues al final los animales son el reflejo de sus
dueños. Si el dueño es amable y tranquilo el perro es afable y tranquilo, si el
dueño es nervioso el perro es nervioso y si el dueño es un energúmeno agresivo
el perro es un energúmeno agresivo como fue el caso, pues la amabilidad inicial
no era tal, sólo pretendía conseguir que me fuese de allí sin que nadie se
enterase de lo que había hecho su perro.
Total,
que les dije a los agentes que si el animal ya tenía denuncias puestas que no
iba a poner ninguna, pero que si nadie lo había denunciado estaba dispuesto a
pensármelo, porque, la próxima vez, en lugar de atacar a un adulto podría
hacerlo a un niño y podría ser mortal para el pequeño. Nos dijo que tenía
varias causas abiertas por distintos motivos, así que opté por no complicar más
la situación.
Hoy
hemos ido a mi centro de salud. El enfermero, me cura la herida y la cubre con
un apósito para que no se ensucie. Le pregunto que si no me va a poner crema
antibiótica y me dice que con el antibiótico que me haya dado el médico es
suficiente. Le cuento que no tengo ningún tratamiento y se sorprende. Asegura
que tras una mordedura es conveniente tomar un antibiótico, porque no sabemos lo
que el perro pudiera tener en la boca,
que está muy bien que el animal estuviera vacunado, pero que eso no evita que
nos pueda transmitir alguna infección. Nos pone el ejemplo de un paciente que
lleva meses teniendo problemas con una mordedura producida por una persona, con
lo cual la mordedura de un perro es aún más peligrosa.
Habla
con sus compañeros y nos consigue una cita con el médico. Otro diez para el
enfermero.
La
doctora nos pregunta qué ha pasado y si el informe del ataque ya está hecho o
debe hacerlo ella. Me pregunta que si ya me han curado o aún no. Le digo que sí
y me dice que aún así necesita ver la herida (algo que el primer médico no hizo,
se limitó a preguntar lo que había hecho el enfermero y pasó de ver, él mismo,
el destrozo). La inspecciona y tras ver que tiene buena pinta me dice que la
observe, que si cambia de aspecto, hay dolor o supuración que vuelva antes de
la próxima revisión de enfermería si fuese necesario y acto seguido me receta
un antibiótico para que lo tome los próximos 7 días.
Toda
una odisea que nos ha partido la semana. Tendré que estar en reposo, al menos,
hasta el próximo lunes, porque cuando ando un poco más de la cuenta la herida
comienza a sangrar.
Pero
como he dicho al principio de este escrito, no hay mal que por bien no venga.
Es cierto que nos dificulta enormemente llegar a fin de mes, pero a cambio
tengo tiempo para continuar con la finalización de la tercera parte.
Para
todos aquellos que la estáis esperando, no sé si os habéis dado cuenta de que
en el apartado de “La Mañana de Hoy. Luz” hemos ido añadiendo el título de
nuevos capítulos desde el mes de febrero y es que hemos reducido los días que
salimos a vender para poder concluir la historia lo antes posible.
Es
duro, porque la falta de ingresos te hace tener que prescindir de muchas cosas
y te altera los nervios al ver que no llegas, pero es algo que antes o después
teníamos que hacer, pues sois muchos los que lleváis años esperando la última
parte del libro. Esperamos que nuestro gran sacrificio tenga la acogida que
creemos que merece el final de la historia.
Para
finalizar, esperamos que la redacción de esta pequeña "tragedia" os sirva para saber
qué hacer y qué no, si por desgracia os encontráis en una situación similar.